Redacción

Este martes 1 de agosto es el Día Mundial de la Alegría, una jornada promovida desde el año 2010 para reivindicar la importancia de esta emoción en la vida y en la salud de las personas.

La Real Academia Española (RAE) define a la alegría como un “sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores”. De todas formas, más allá de aquello que se exterioriza, también hay múltiples manifestaciones en el cuerpo humano que, cabe decir, son fundamentales para que la felicidad sea concreta.

Es que hay cuatro hormonas clave que influyen activamente en nuestro estado de ánimo: dopamina, oxitocina, serotonina y endorfina. Sin embargo, recientemente, se sumó una quinta sustancia, la anandamida. Ellas producen lo que se conoce como la química de la felicidad, que tiene un impacto altamente beneficioso en nuestro organismo mejorando la autoestima, reduciendo el estrés y actuando como un reforzador de conductas, además de promover el bienestar emocional.

Para poder aprovechar estas bondades, es fundamental que las mencionadas hormonas sean liberadas al torrente sanguíneo. ¿Cómo hacerlo? La alegría se entrena: en primer lugar, es necesario cultivar y mantener hábitos saludables.

En ese sentido, la actividad física es uno de los pilares fundamentales para alcanzar la alegría. La evidencia científica indica que las personas que realizan ejercicio en forma sostenida liberan hormonas que generan felicidad. En tanto, otros hábitos pueden ayudar, según las doctoras Verónica Bramajo (MN 97448) y María Mercedes López (MN 97453), coordinadoras de clínica médica de DIM CENTROS DE SALUD, como son comer sano y variado, estar cerca de los seres queridos y priorizar los planes que nos dan placer y tranquilidad. Aquí, un repaso:

Conocerse a uno mismo. Debemos saber qué es lo que nos hace felices, ya que solo de esta manera podremos realizar actividades que nos resulten placenteras. Para ello, hay que evaluar qué aspectos nos dieron alegría en el último tiempo y ponerse en acción para repetirlas.

Ser positivos. Muchas veces experimentamos sentimientos negativos que solo generan mal humor. Hay que romper ese círculo vicioso pensando en positivo y trabajando el optimismo para ver el lado bueno de la existencia.

Entrenar la autoestima. “Yo me amo, tengo derecho a ser feliz y a reírme incluso muchas veces de las cosas no tan alegres”, es una frase que habría que llevar como bandera. Es que el humor es útil para canalizar la negatividad. Cuando nos sentimos bien con nosotros mismos, tenemos más probabilidades de ser personas alegres, podemos aceptar las críticas y trabajar en ellas desde una visión positiva y de crecimiento.

Trabajar la asertividad. Para poder estar alegres tenemos que defender nuestros derechos y manejar la resolución de los conflictos. La vida no es siempre alegre y, en muchas ocasiones, se generarán problemas que debemos estar preparados a enfrentar.

Ser empático con los demás y saber pedir ayuda. Para poder disfrutar de la alegría debemos ser empáticos y disfrutar de la felicidad de quienes nos rodean. En contrapartida, si no somos capaces de entrenar la alegría hay que pedir ayuda a los profesionales.

Cuál es la importancia de las “hormonas de la felicidad”
Por su parte, la doctora Laura Maffei, endocrinóloga, especialista en estrés y directora de Maffei Centro Médico, había aportado en diálogo con Infobae precisiones sobre las hormonas de la felicidad. “Durante los últimos años, se ha hablado mucho sobre el ‘Cuarteto de la Felicidad’, un conjunto de hormonas importantes en nuestro estado de ánimo: la serotonina, dopamina, oxitocina y endorfinas. Este término se ha popularizado debido a la influencia positiva que tienen en nuestro bienestar emocional. Cada una de ellas desempeña un papel importante y, en conjunto, contribuyen a generar una sensación de felicidad y bienestar. Estas hormonas son neurotransmisores que se producen en diferentes partes del cuerpo y tienen efectos específicos en el cerebro”, explicó.

“La serotonina, por ejemplo -siguió Maffei- se produce en el intestino y en el sistema nervioso central y está involucrada en la regulación del estado de ánimo, el sueño y el apetito. La dopamina, por su parte, se produce en diferentes áreas del cerebro y está relacionada con la motivación, la recompensa y la adicción. La oxitocina se produce en el hipotálamo y se libera durante los momentos de cercanía y conexión social, mientras que las endorfinas se producen en el sistema nervioso y actúan como analgésicos naturales”.

Por su parte, el doctor Alejandro Andersson, neurólogo y director médico del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA), le había explicado a Infobae que había una quinta hormona de la felicidad e incluyó a la anandamida: “Es un neurotransmisor que pertenece a la familia de los endocannabinoides. Está relacionada con la regulación del estado de ánimo, la memoria, el apetito y la sensación de bienestar”. “Se cree que la anandamida desempeña un papel en la promoción de sentimientos de felicidad, relajación y euforia. Es una sustancia química producida naturalmente por el cuerpo que se une a los mismos receptores que los compuestos activos encontrados en la planta de cannabis”, agregó.

Hay varias formas de aumentar la anandamida de forma natural, según Andersson. Uno de ellos es el ejercicio aeróbico, como correr o hacer ejercicio cardiovascular, que ha demostrado aumentar los niveles de esta hormona en el cerebro. “El running no solo aumenta las endorfinas sino que también incrementa la anandamida y por eso da el estado de placer”, dijo el neurólogo.

Felicidad y hormonas
Más allá de la anandamida, que en el último tiempo fue incluida como otra hormona de la felicidad, el clásico “cuarteto” de la alegría a nivel sanguíneo es conformado por las ya descritas dopamina, oxitocina, serotonina y endorfinas. Aquí un repaso por cada una de ellas:

La dopamina está relacionada con la motivación y con el sistema de recompensa. Por eso nos hace ser competitivos, defendernos ante algún peligro y nos ayuda a cumplir objetivos. Además, nuestro cerebro libera dopamina cuando nos encontramos con una recompensa de forma inesperada. En resumen, las principales funciones de esta hormona son aumentar la frecuencia y presión cardíaca, regular la atención, el sueño y la actividad motora.

La oxitocina, también conocida como “la hormona del amor”, nos permite generar vínculos con otras personas, haciendo que seamos capaces de sentir cariño y empatizar. Los efectos de esta sustancia se pueden observar en la disminución de la tensión arterial y el ritmo cardiaco, mejora de la cicatrización, reducción de la tensión muscular y aumento del umbral del dolor. El hecho de estar cerca de otras personas con las que existe un vínculo aumenta los niveles de oxitocina y esto genera mayor confianza, provocando que se lleguen a asumir más riesgos en la relación. Otras formas de aumentarla de forma natural es a través de las caricias a las mascotas o los abrazos.

La hormona responsable de encontrar el equilibrio emocional es la serotonina, que además controla la temperatura corporal y el apetito. Para poder producir esta hormona de la felicidad es necesaria una sustancia llamada triptófano. Esta se obtiene a través de alimentos como la pasta, el arroz o los cereales, entre otros. No obstante, también se puede producir mediante la práctica regular de ejercicio o técnicas de relajación.

En tanto, las endorfinas son sustancias químicas que, incluso, son consideradas de acción más potente que un analgésico. Se trata de pequeñas proteínas que tienen una estructura química muy parecida a la morfina, pero en este caso se producen de forma natural. Se liberan en áreas del cerebro que están en el centro del dolor. Además, suele aparecer cuando hacemos ejercicio (por ejemplo, en la sensación de energía y entusiasmo que se experimenta al terminar una maratón); cuando estamos excitados y expectantes; o cuando comemos picante o chocolate puro.

Tener un alto nivel de endorfinas es beneficioso porque pueden inhibir el dolor y también potencian la unión social. En cambio, la ausencia o deficiencia de esta sustancia química de la felicidad puede producir estados de depresión o desequilibrio emocional.

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